UN ASPECTO POCO CONOCIDO DE LA CAMPAÑA DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES

LA BATALLA DE LOS PAPELES
11/10/1814
BATALLA DE CHACABUCO
12/02/1817

12 febrero 1817

Cuando se conmemoran más de 200 años del suceso de la batalla de Chacabuco, es atrayente el indagar en los detalles de ese hecho de armas, para sacar a luz acontecimientos que son ignorados por el común de las personas. Un aspecto muy interesante para abordar es la relación que tuvieron Bernardo O’Higgins y Miguel Estanislao Soler.

Como se sabe, ambos personajes comandaron las dos divisiones que constituyeron el grueso del Ejército de los Andes que cruzó la cordillera a la altura de la ciudad trasandina de Mendoza. La generalidad de los relatos históricos abunda en los detalles estratégicos, operativos y tácticos de esta proeza militar, y de la misma batalla que vino a continuación, pero dejan pasar detalles profundamente humanos que subyacen a los anteriores.

Los dos jefes militares que estuvieron bajo el mando de San Martín eran de caracteres muy distintos. Diego Barros Arana, en su obra Historia General de Chile, señala:

Figuraba entre los auxiliares de San Martín el Brigadier don Miguel Estanislao Soler, militar reputado como valiente en los campos de batalla, y activo en el cumplimiento de sus obligaciones, pero hombre de carácter difícil pronto para entrar en rivalidades con otros Jefes y con sus superiores, por lo que San Martín hubo se separarlo de su Ejército.[1]

En una carta enviada por Juan Martín de Pueyrredón a José de San Martín, el primero le advierte al segundo sobre la personalidad de este personaje y sobre sus relaciones sociales, las que podían complicar la estadía de las fuerzas patriotas en Chile:

“Mucho cuidado con Soler, dice: no le deje V. pasar ninguna. Es orgulloso y fatuo, pero con un bufido que V. le dé lo pondrá como un cordero. El no es temible porque no tiene opinión, porque no es capaz de hacerse amar, y porque le faltan los bríos para emprender; pero es insolente a las espaldas y perturbador. He sabido aquí por los amigos que estaba muy unido a Luis Carrera, y esto debe empeñar más su vigilancia de V. a su conducta. También me han dicho que él no volverá más a Buenos Aires, y esto solo puede apoyarse en proyectos que lleve sobre Chile con dicho Carrera. Si le descubre V. la menor maula, que venga para San Luis, y, sobre todo, que no vaya Carrera con V. a la expedición por los justos antecedentes que V. me ha indicado.”[2]

La personalidad de Soler contrastaba bastante con la de O’Higgins, tal como lo asevera Benjamín Vicuña Mackenna en su obra El Ostracismo de O’Higgins:

“El brigadier D. Miguel Estanislao Soler había sido nombrado, además, oficialmente segundo del General en Jefe por el gobierno de Buenos Aires, con fecha de 5 de septiembre, y en este carácter había sido reconocido el 23 de aquel mes por el ejército. Como Soler fuese enfadosamente altivo y quisquilloso, O’Higgins prefería, por su parte, obrar con cierto alejamiento de la pompa y de la responsabilidad oficial. […] muchas personas recordaban con ponderación la infatigable laboriosidad de O’Higgins, y al mismo tiempo su extraordinaria modestia, que hacía contraste con la arrogancia bastarda de Soler.”[3]

Por otra parte, esa modestia fue apreciada por José de San Martín, lo que lo movió a tener a O’Higgins como un estrecho colaborador. Alberto Lara, en su obra La Batalla de Chacabuco, menciona esto último:

El principal colaborador que debía tener San Martín era O’Higgins, a quien aquel desde el primer momento cobró simpatías, sea porque las hazañas de valor realizadas por éste subyugasen al austero militar, o bien porque, como lo piensan algunos historiadores, la modestia característica de O’Higgins no le inspirase temores de encontrar en él un competidor, si no mas bien un hábil y abnegado cooperador, como en realidad ocurrió.[4]

En un principio, José de San Martín iba a colocar a O’Higgins como jefe de la división de vanguardia de la columna del Ejército de los Andes que iba a cruzar la cordillera por el paso de Los Patos – Uspallata; pero, poco antes de que esta fuerza iniciara su marcha, cambió de opinión y dio ese cargo a Soler. Alberto Lara dice al respecto:

“Queda pues demostrado, que O’Higgins había sido designado Comandante de la División de vanguardia que, tanto por su colocación, puesto que debía ser la primera que pisaría territorio de Chile, cuanto por ser la de mayor fuerza, le correspondía de hecho y de derecho mandarla, por ser chileno, y por ser general mas antiguo que Soler. (O’Higgins era ya Brigadier cuando emigró en 1814 a la Argentina, y, en esa época Soler era únicamente Coronel, y ascendió a Coronel Mayor en 10 de Enero de 1815).”[5]

Durante el paso por la cordillera de los Andes, surgieron desavenencias entre Soler y O’Higgins, lo que quedó reflejado en ciertas notas intercambiadas. Sin embargo, el segundo prefirió no continuar en discusiones y, en cambio, se mostró conciliador, ya que lo que más le interesaba era el éxito de esta empresa militar. Según el mismo Alberto Lara:

“Se ve pues que Soler, sin lugar a dudas, le había pasado una comunicación no muy amable a O’Higgins cuando este le contestó en dicha forma; pero en el resto del oficio de O’Higgins se ve el temperamento conciliador y benévolo de éste, pues agrega una posdata en que le promete apurarle el envío de víveres. Si hacemos relación de este incidente, es solo para demostrar que Soler no dejaba de molestar a O’Higgins. Agregaremos a este respecto que el Capitán Soler, hermano del General, y que era Comandante de una Compañía de la Escolta, también molestó bastante a O’Higgins durante la marcha, separándosele a gran distancia, no prestándole el auxilio que debía y, por último, pasó a incorporarse a la división de vanguardia, que mandaba su hermano […] Esta situación con Soler no es sino la precursora de otra mucho más grave y de mayor trascendencia que se produjo después.”[6]

Llama la atención que las órdenes de día del Ejército de los Andes, al igual que la orden de combate extendida antes de la batalla de Chacabuco, aparezcan firmadas por Soler y no por San Martín. De hecho, se ve a este último sobrepasado por el primero, el cual, a su vez, se excedió en sus atribuciones de Jefe de Estado Mayor de esta fuerza militar. Alberto Lara dice al respecto:

“Hay aquí un misterio que la historia no lo ha explicado: desde la salida de Mendoza del Ejército de los Andes, y marcado esto con la eliminación de O’Higgins del mando de la división de vanguardia, se ve a Soler en su actitud y en todas sus comunicaciones, asumir un temperamento cada vez mas altanero e independiente a medida que los bríos de San Martín bajan.”[7]

El mismo autor agrega:

“¿Cómo es que San Martín abdicó así en tales momentos? Nadie que piense se lo explica. Han debido mediar factores desconocidos y que solo el tiempo puede aclarar. El, que todo lo dirige, que todo lo acuerda, todo lo piensa, todo lo medita y todo lo manda, se anula y, puede decirse que desde que el Ejército de Los Andes empezó su marcha y, a medida que ascendía por las cordilleras, bajaba el carácter de San Martín como sol que se pone, y, como sol naciente se levantaba Soler, con su carácter revoltoso y altanero: no exageramos; basta leer con meditación las órdenes, partes y noticias de Soler durante la travesía de Los Andes para convencerse de ello.”[8]

Analizando el mismo documento que estableció el dispositivo de ataque para la batalla de Chacabuco, se ve que Soler hizo una redistribución de las fuerzas, dejándose para él la mayor parte de ese ejército, al igual que a sus elementos más selectos:

“A mayor abundamiento queremos citar una de las disposiciones contenidas en el «Dispositivo de ataque» que nosotros llamamos «orden de combate», que no otra cosa es: La distribución tan anormal que Soler hizo de las fuerzas del Ejército de Los Andes, asignándose él lo mejor, lo mas granado, y la parte mayor del Ejército; en efecto, quitó a O’Higgins las dos compañías de preferencia, las mejores, es decir los granaderos y volteadores de cada uno de los batallones Nº 7 y 8, cuerpos compuestos de negros, esclavos libertos, los cuales O’Higgins había tenido bajo su inmediato mando en Mendoza; le quitó asimismo la artillería y se asignó él la mayor parte, de tal modo que la división Soler era de 3 batallones, siendo de solo dos la de O’Higgins, y a los cuales se les había cercenado las mejores compañías; de la artillería solo se dejaron dos cañones a éste, reservándose Soler 7 piezas.”[9]

Sin entrar en mayores detalles en el desarrollo táctico de la batalla de Chacabuco, se puede decir que esta acción de guerra fue ganada por los patriotas gracias al empuje de O’Higgins y de su división, la cual no pudo esperar a la de Soler y debió enfrentar sola a las tropas realistas. Para algunos autores, como Diego Barros Arana, la división de Soler llegó al sitio de la batalla cuando esta ya estaba finalizando, mientras que otros, como Alberto Lara, no le asignan ninguna participación.

Llama la atención lo que narra Vicuña Mackenna en su ya mencionada obra, al referirse al encuentro que sostuvieron Soler y O’Higgins hacia el final de esta acción de guerra, en el cual nuevamente se aprecian la arrogancia inexplicable del primero y del afán del segundo de no entrar en disputas, pese a que la batalla había sido ganada gracias a este último:

“Más no llegaba todavía el ufano brigadier (O’Higgins) a la ancha portada de las casas de Chacabuco, cuando llamó su atención un bizarro jinete que con el caballo cubierto de espuma y haciéndole señas para que se detuviera, galopaba sobre él. Era el brigadier Soler que venía en su demanda, y sin saludarle, con esa «arrogancia porteña» que a aquel Jefe caracterizó de un modo eminente en su carrera militar, púsose a apostrofarle de «temerario, de insubordinado y de haber comprometido del modo mas culpable el éxito de la batalla». O’Higgins, dice él mismo en sus apuntes, le contestó con frialdad que ese no era el momento para entrar en polémicas, y que si quería hacer un servicio importante y que diese fin a la campaña, tomase con su tropa descansada el camino de atravieso que desde aquel punto conduce a Valparaíso, a fin de interceptar al enemigo, que sin duda alguna se retiraría de la capital en aquella dirección. Este episodio no pasó más allá, y mientras O’Higgins entraba a descansar en las casas de Chacabuco, Soler siguió galopando hacia Santiago, donde fue el primero en entrar lleno de bizarría y petulancia.”.[10]

También causa extrañeza la poca diligencia de Soler a la hora de auxiliar a O’Higgins y sus hombres durante la batalla de Chacabuco, especialmente cuando estos estaban en el fragor del combate.

En relación a lo anterior, Alberto Lara tiene una visión muy descarnada de las actitudes de Soler para con O’Higgins y ve la causa de ello en las vinculaciones que el primero tenía con los hermanos Carrera. Este autor señala:

“Soler tenía estrechas vinculaciones con los Carrera, especialmente con don Luis, de quien era amigo íntimo. De O’Higgins jamás lo fue y lo miraba hasta con desdén. Sabían seguramente los Carrera y con ellos Soler, que el Director Supremo de las Provincias Unidas, de acuerdo con San Martín, había dispuesto que O’Higgins fuese designado Director Supremo de Chile. Había entonces que imposibilitarlo; había que hacer bajar su prestigio, haciéndole infligir una derrota y por sobre ella el estigma de insubordinado, egoísta y ambicioso.”[11]

Este mismo autor añade lo siguiente, dando cuenta de las intenciones de Soler durante la batalla de Chacabuco:

“Sabía Soler que las fuerzas realistas no pasaban de dos mil hombres en Chacabuco. Dejándole a O’Higgins mucho menos fuerzas que esas en su división, y lanzándolo a través de las sierras, conociendo su carácter impetuoso y de gran coraje, no era de dudar que atacase al enemigo donde quiera que lo encontrase. Pronunciada entonces, como era de suponer, la derrota de O’Higgins, o bien que hubiese sido obligado a retirarse, llegaba el momento propicio para Soler que, teniendo gran superioridad de fuerzas sobre el enemigo, aumentada con las bajas que lógicamente le habrían producido las tropas de O’Higgins, llegaría como ángel exterminador a batir a los realistas y vengar la afrenta hecha a este…”[12]

Las conclusiones de este mismo autor son sorprendentes:

“Soler habría sido el ídolo. San Martín figura de segundo término, y O’Higgins abatido y humillado no habría aspirado a la vida pública, y entonces el campo quedaba libre a los Carrera, los amigos de Soler. ¿Se explica ahora la actuación de Soler desde la salida de Mendoza hasta el campamento de Putaendo, y la repartición que hizo de las fuerzas del Ejército de Los Andes?”[13]

Después de la batalla de Chacabuco comenzaron las rencillas entre los militares rioplatenses y chilenos; mientras los primeros acusaban a O’Higgins de insubordinado, los segundos tachaban a Soler de traidor. Al respecto dice Diego Barros Arana:

“Uno de ellos, el de más alta graduación, el Brigadier Soler, cuyo papel en la jornada de Chacabuco había sido muy deslucido, como se recordará, no vacilaba en acusar a O’Higgins de insubordinado, de haber comprometido imprudentemente la batalla y de haber puesto al Ejército cerca de una derrota, obedeciendo a un móvil mezquino, el de adquirir la gloria del triunfo. […] Los chilenos, por su parte, recriminaban a los argentinos que trataban de empequeñecer la gloria de O’Higgins, y que a lo mas recordaban su nombre junto con el de Soler que ni siquiera había asistido a la batalla.”[14]

Este mismo historiador agrega:

“Los gérmenes de indisciplina que se habían hecho sentir en Mendoza en la época de la organización del ejército, no habían desparecido del todo, y aun era fácil percibir que algunos de los oficiales creían que la distancia a que se hallaban del gobierno de Buenos Aires, los sustraía en cierto modo de la absoluta sumisión inherente al régimen militar. El conocimiento de esta situación, el temor de ver estallar la indisciplina en su ejército, obligaba a San Martín a contemporizar, a disimular ciertas faltas y aun a manifestar algunas preferencias a favor de los oficiales argentinos sobre los chilenos, ya fuera confiando a aquellos comisiones mas espectables o recomendándolos en primer lugar en los partes oficiales. Esta situación lo obligaba dolorosamente a procedimientos que en otras circunstancias habrían sido indisculpables, y que sin duda pugnaban con la rectitud de su carácter. Así, al paso que en los boletines de la campaña hacía un alto elogio del brigadier Soler, en sus comunicaciones reservadas al Gobierno de Buenos Aires lo pintaba como un militar indiscreto y turbulento y pedía que, a la mayor brevedad, se le hiciera salir de Chile, donde su presencia podía ser peligrosa para la disciplina del Ejército y para la conservación de la armonía de los dos gobiernos.”[15]

Como consecuencia de esta solicitud de San Martín, el gobierno de Buenos Aires ordenó el regreso de Soler el 18 de marzo de 1817. Pero mientras en las comunicaciones oficiales dicho militar era elogiado, en aquellas de carácter reservado la impresión que queda es muy distinta. Barros Arana alude a una carta del Director Supremo de las Provincias Unidas dirigida a San Martín, en la cual se señala:
“Supuesto que ya va la orden para el regreso de Soler, haga V. que no se detenga un momento y no le admita excusa, pretexto ni motivo para su permanencia en esa, escudándose V. en que es forzoso dar cumplimiento a mi orden… Sé que él aseguró aquí que no volvería más a Buenos Aires; sé que era y es íntimo amigo de los Carrera, sé que es nuestro mortal enemigo, y sé que es capaz de cuanta maldad pueda conducirlo a sus ideas de venganza y a su ambición de mandarlo todo. Con tales virtudes es preciso que no se quede ahí (en Chile), pues aquí es muy conocido, no tiene séquitos ni amigos y le estaremos siempre a los alcances.”[16]

De esta forma terminó un polémico capítulo de la historia de las campañas de la independencia, tanto chilena como americana. No se han encontrado documentos que indiquen de forma fehaciente cuáles fueron las motivaciones de Soler para comportarse de esa manera con O’Higgins durante la travesía de Los Andes y durante la batalla de Chacabuco. En este trabajo se transcribieron las impresiones de Alberto Lara, pero cabe decir que se trata de su parecer personal; sin embargo, como este autor ha sido uno de los militares chilenos más estudiosos de las campañas de nuestra emancipación, se consideró pertinente incluir su visión en este artículo.

Pero, de todas formas, queda la incertidumbre sobre los móviles tanto de Soler, como de San Martín y del mismo O’Higgins. Lo que sí queda claro es que entre el primero y el último de los recién mencionados hubo una manifiesta malquerencia que quedó reflejada en la documentación de esa época, y que se conserva hasta el día de hoy; y que los mismos historiadores que escribieron con posterioridad se han encargado de recoger y consignar en sus respectivas obras.

Esto no es raro en la historia del hombre. También ha ocurrido en muchos otros episodios de la historia militar universal y, al igual que en este caso particular, frente a la falta de pruebas más aclaratorias sólo queda la interpretación de los historiadores, quienes, a la hora de emitir opiniones, recurren a su conocimiento del ser humano que han acumulado a lo largo de su vida como estudiosos e investigadores.

Por
Eduardo Arriagada Aljaro.
Historiador PUC
Magister en Historia Militar y Pensamiento Estratégico
Academia de Historia Militar.

NOTAS AL PIE:
1. Diego Barros Arana, Historia General de Chile. Tomo X, página 328; citado en Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 23.
2. Carta fechada el 14 de octubre de 1816; contenida en Diego Barros Arana, Historia General de Chile. Tomo X, Santiago, Rafael Jover (Editor), 1889, página 529; citado en Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 24.
3. Benjamín Vicuña Mackenna, El Ostracismo del General D. Bernardo O’Higgins, Valparaíso, Imprenta y Librería del Mercurio de Santos Tornero, 1860, páginas 247 y 248; citado en Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 24.
4. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 38.
5. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 61.
6. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, páginas 65 y 66.
7. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 102.
8. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 103.
9. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, páginas 103 y 104.
10. Benjamín Vicuña Mackenna, El Ostracismo del General D. Bernardo O’Higgins, Valparaíso, Imprenta y Librería del Mercurio de Santos Tornero, 1860, página 261; contenido en Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 136.
11. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 138.
12. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 138.
13. Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 139.
14. Diego Barros Arana, Historia General de Chile. Tomo XI, Santiago, Rafael Jover (Editor), 1890, página 64; citado en Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 139.
15. Diego Barros Arana, Historia General de Chile. Tomo XI, Santiago, Rafael Jover (Editor), 1890, páginas 66 y 67; citado en Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, páginas 139 y 140.
16. Diego Barros Arana, Historia General de Chile. Tomo XI, Santiago, Rafael Jover (Editor), 1890, páginas 71; citado en Alberto Lara, La Batalla de Chacabuco. Relación Histórica. Estudio Crítico Militar. Los Ángeles, Imprenta del Regimiento de Infantería Lautaro Nº 10, 1917, página 140.

3 Comments

  1. Roberto Rey dice:

    Estimados Señores:
    Soy argentino y aficionado a la historia de mi país. Lamentablemente en dos viajes turísticos a Santiago me fue imposible comprar alguna obra de autor chileno pues los precios eran muy elevados seguramente por nuestro tipo de cambio. No lo sé. Porque en otros productos no ocurría lo mismo.
    Hoy acabo de leer este artículo sobre las relaciones entre Soler y O’highins durante su permanencia en el Ejército de los Andes.
    Realmente me pareció excelente y espero poder leer otros temas tan interesantes como este y tratados con apreciable objetividad. Esta virtud no es habitual en muchos historiadores.
    Por todo ello les hago llegar mis felicitaciones y expresarles mi efusivo agradecimiento. Espero si tengo la dicha de volver a visitar Santiago conseguir más material de esta calidad.

  2. admin dice:

    Estimado Roberto:

    Agradecemos mucho los comentarios expresados en nuestra efeméride. Hemos hecho llegar al autor sus felicitaciones.

    Atte.

    Academia de Historia Militar.

  3. Roberto Raúl Bogado dice:

    Me adhiero al comentario del Sr. Rey. Excelente información histórica.
    Coincidiendo con otros historiadores, los grandes Generales deben vencer en batallas internas, muchas más veces q las q tocan en campo de batalla con el enemigo formal.
    Y así pasa en todas las guerras…
    Una prueba más de las alturas alcanzadas por José de San Martín y su certeza de conseguir los objetivos. Muchas Gracias!!

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