PARADA MILITAR COMO EXPRESIÓN DE LAS GLORIAS DEL EJÉRCITO DE CHILE

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19 de septiembre 1915

Hasta el año de 1915, el día 19 de septiembre no tenía la condición de feriado legal. Y sin embargo, este era el día tradicionalmente escogido por el Ejército para celebrar su Parada Militar, coronando así las fiestas patrias de la nación. Es por este motivo que el presidente de la época, don Ramón Barros Luco, determinó subsanar esta situación y darle la condición de feriado legal al día 19. Es así como la máxima autoridad del país, en conjunto con su ministro de interior, don Pedro N. Montenegro, firman el decreto supremo nº 2977, del 28 de enero de 1915, el que declaró como feriado legal el día mencionado en honor a las Glorias del Ejército.[1]

La Parada Militar tenía al menos un siglo de tradición al momento de oficializarse este feriado, y ya estaba grabado en el alma de Chile desde hacía mucho antes que eso. Desde sus orígenes y a lo largo de toda su historia, los chilenos han disfrutado y sentido como nunca la Parada Militar. En palabras de don Sergio Pizarro, “nunca Chile es más Chile, que en la tarde de cada 19 de septiembre en nuestra historia. Nacionalidad y tradición, encarnada en nuestros soldados y en nuestro pueblo”[2]

Las paradas militares tal como las conocemos hoy en día, tienen su origen en los ejercicios militares que se realizaban cada año tras la conmemoración de las fiestas patrias durante el siglo XIX, como manera de solemnizar las celebraciones republicanas. En 1819 se realizó una primera Revista Militar, ocurrida el 28 de septiembre de aquél año y que se efectuó por disposición del director supremo de la época, don Bernardo O’Higgins[3] , para dar realce a las solemnidades patrias. Participaron en la ocasión las unidades militares del Ejército de Chile, creadas bajo su gestión, junto a las tropas del Ejército de los Andes.

A lo largo del siglo XIX, la sociedad chilena en su conjunto se reunía en las ramadas y chinganas que se instalaban en el sector llamado “La Pampilla” para celebrar las fiestas patrias. Este terreno se encontraban “situado al sur de la Cañada, entre las calles Santa Rosa y San Ignacio, que se extendía hasta el Zanjón de la Aguada”[4] , y en el área destinada al paseo de caballos, se reunía el Ejército para celebrar sus revistas. En 1873 se reinauguró bajo el nombre de Parque Cousiño, denominación que conservó hasta 1972, que pasó a llamarse Parque O’Higgins.

Con el paso de los años, la Revista Militar se vistió con galas y rituales propios. Por ejemplo, en 1830[5] se ordenó el embanderamiento de los edificios públicos durante la revista y el posterior traslado de las tropas desde la Pampilla hasta la sede de gobierno que se encontraba en aquellos años en la Plaza de Armas, marcha que terminaba con una salva de fusilería a modo de saludo para el Presidente del país. También se implementaron los simulacros de combate en la misma Pampilla, una iniciativa del presidente don Joaquín Prieto, los cuales se tornaron fervorosamente populares entre la entusiasmada población, que asistía en masa a verlos. El primero de estos simulacros se realizó en 1831 y “desde aquella fecha, hasta el año de 1895, soldados y cívicos, rodeados de una presencia popular masiva, efectuarían año a año estos simulacros, con las modificaciones propias de la orgánica de nuestro Ejército.”[6]

Hacia 1842 el terreno en donde se pasaba revista a las tropas, una extensión de la Pampilla, fue adquirido por el Estado para que el Ejército pudiera llevar a cabo sus ejercicios. En el año de 1870 se entregaron estos terrenos a don Luis Cousiño, notable mecenas que hermoseó la extensión otorgada convirtiéndola en un parque y un Campo de Marte para el Ejército. Este renovado parque fue inaugurado en 1873 y a partir de entonces sirvió como escenario para las revistas militares de los años que siguieron, en donde se representaron las batallas de la Guerra del Pacífico y otras solemnes ceremonias, tales como la entrega de condecoraciones a las tropas veteranas de aquellos sucesos.[7]

En 1896 la Revista Militar cambió y se transformó en una Parada Militar propiamente germana. A partir de este momento, este gran desfile se sistematiza a la modernidad y se convierte en lo que ahora conocemos. Aquél 19 de septiembre, el general Körner pasó revista a las tropas en la vereda norte de la Alameda de las Delicias, para proceder personalmente a encabezar la marcha que las llevó hasta el Parque Cousiño en donde desfilaron frente a las autoridades y multitud reunidas para tal efecto, sin que hubiera simulacro de combate. La disciplina y preparación de las tropas quedó en evidencia; el desfile de aquél año fue impecable. Este cambio de modalidad, que se ha mantenido más o menos estable a lo largo del siglo XX, fue recibido con sentimientos encontrados. Para los entendidos y quienes estaban conscientes de la necesidad de profesionalizar y modernizar al Ejército, fue un progreso del cuál estar orgulloso, pero “hubo sectores ciudadanos que criticaron con amargura que las nuevas Paradas Militares, no tuviesen ya ese sabor chileno”[8] que les daban los simulacros. “‘No debe quitársele al pueblo, de repente un entretenimiento honesto y patriótico, sin reemplazarlo por otro’ decía el diario ‘La Ley’ a sus lectores el 29 de septiembre de 1897”[9]

Las sucesivas Paradas Militares han mantenido la influencia germana. Las más notables que se realizaron a partir de esa fecha fue la de 1898, en la que el clima de guerra con Argentina motivó a que el país mostrase sin pudor la preparación de su Ejército y la realizada para las celebraciones del Centenario de Chile, la que ha sido a la fecha, la más espectacular de todas y la que sin duda marca un hito en la historia de nuestro Ejército. Pese a la reciente muerte del presidente don Pedro Montt, y unos pocos días después del vicepresidente, don Elías Fernández Albano, la Parada Militar en honor del centenario patrio, se realizó de manera impecable. El Mercurio de aquél año hizo eco de las impresiones que dejó el desfile “Debemos reconocer, que el éxito de la revista superó todas las expectativas, más halagadoras y optimistas, pues jamás se ha visto en Chile, desfilar más correctos, tropas mejor presentadas, regimientos de todas las armas, que mostraran una preparación más sólida y brillante. Todo el Ejército, sin excepción, merece ser felicitado, porque dejó muy en alto el nombre del país. (…)”[10]

A lo largo del siglo XX la Parada Militar no sufrió grandes modificaciones y mantuvo la impronta germana. Lo anterior no quiere decir que estuviese libre de polémicas o situaciones que, por lo excepcionales, se salían de su normal desarrollo. En 1924, debido a la contingencia política, la Parada Militar se suspendió en espera de días más tranquilos, y en 1932 ocurrió lo mismo debido al delicado momento por el que atravesaba el país; no obstante, sí se realizó una revista a las tropas de la Guarnición de Santiago la mañana del 17 de septiembre de aquél año. En 1925 se sucedieron dos Paradas Militares, una por las Glorias del Ejército, que además contó con la presencia del príncipe Eduardo de Inglaterra[11] , y la segunda en honor de la Constitución promulgada aquél año. Una innovación particularmente popular sucede en el año de 1936, cuando el Regimiento de Cazadores presentó por primera vez al Timbalero[12] , figura muy querida y esperada con ansias por el público desde entonces.

Poco a poco, las paradas sucesivas comenzaron a mostrar algunos cambios que daban fe del avance de los tiempos. Esto se refleja en la adaptación de las distintas armas a las nuevas tecnologías y la aparición de las unidades mecanizadas, que le fueron dando un nuevo aire a la Parada Militar, “una visión distinta, basada en las enseñanzas de la Segunda Guerra Mundial y en el Pacto de Ayuda Militar firmado con los EE.UU el 9 de abril de 1952 que había permitido renovar el material y equipos.”[13]

La evolución de la Parada Militar a través de la vida republicana de nuestro país, ha sufrido cambios que, sin embargo, no la alteran en su esencia. Está grabada en el alma de nuestra sociedad y ha sido un factor decisivo que une a los chilenos en todas sus facetas, sea como soldado, civil o autoridad, en un clima alegre de jolgorio y solemnidad en su medida justa, que afianzan nuestro sentimiento patrio.

Por
Carolina Herbstaedt M.
Lic. en Historia UAI
Academia de Historia Militar

NOTAS AL PIE:

1. Departamento de Historia Militar. “Manual de Tradiciones y Ritos. Ejército de Chile.” Impresos Loma Blanca S. A. Diciembre de 2002. Santiago de Chile. p. 30
2. Pizarro Soto, Sergio. “Las Paradas Militares a Través de la Historia.” En “Anuario nº 12” Academia de Historia Militar. Edición 1997, p. 127
3. Ídem. p. 128
4. En página web ARCHIVO VISUAL DE SANTIAGO. Entrada “La Guerra, y el Paisaje en la Construcción de la Imagen de Chile” consultada el 14 de septiembre de 2016 a las 11:27 horas. http://www.archivovisual.cl/la-fiesta-la-guerra-y-el-paisaje-en-la-construccion-de-la-imagen-de-chile
5. Ídem.
6. Ídem.
7. Manual de Tradiciones y Ritos. Op. Cit. p. 28
8. Pizarro Soto. Op. Cit. p. 130
9. Ídem. p. 131
10. El Mercurio. 20 de septiembre de 1910. En Pizarro Soto. Op. Cit. p. 133
11. Pizarro Soto. Op. Cit. p. 134
12. Pizarro Soto. Op. Cit. p. 134
13. Manuel de Tradiciones y ritos. Op. Cit. p. 30

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