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25 de diciembre de 1766

Durante el gobierno del brigadier Antonio Guill y Gonzaga (1755 – 1767) se efectuó un intento de reducir a los indígenas del sur de Chile en pueblos. Esto no fue bien recibido por estos últimos; de hecho, varios caciques se opusieron y algunos de ellos fueron apresados y llevados a Concepción, donde fueron amenazados. El mismo gobernador se trasladó a esta última ciudad en abril de 1766 para preparar este trabajo. El maestre de campo Salvador Cabrito (quien tenía el mando superior de la frontera) preparó tres cuerpos de tropas para apoyar estas labores y el mismo comandó una de esas unidades. Los indígenas, por su parte y en forma silenciosa fueron preparando un levantamiento general, y el 25 de diciembre de 1766 cayeron sobre las poblaciones que se estaban formando, incendiando sus casas y persiguiendo a los españoles. Estos últimos debieron retirarse a los fuertes que se encontraban emplazados a lo largo del río Biobío. El maestre de campo Cabrito quedó sitiado en Angol por los guerreros del cacique Curiñancu. Uno de sus subalternos, el sargento mayor Francisco Ribera, pese a quedar herido, reunió en Nacimiento un cuerpos de cerca de quinientos jinetes los cuales llegaron el 30 de diciembre a Angol, donde cayeron sobre los indígenas sitiadores y los dispersaron. Aquél jefe militar pudo entonces regresar a Nacimiento. Esta rebelión indígena no tomó mayores proporciones, ya que su propósito era solo expulsar a los europeos del territorio que éstos querían someter; de hecho, no tuvieron intenciones de atacar los fuertes del Biobío.

Entretanto, los indígenas pehuenches (que poblaban la cordillera) se dijeron aliados de los españoles y bajaron de las montañas en enero de 1767 para caer sobre las poblaciones mapuches de los llanos, dando esto lugar a luchas sangrientas. Por su parte, los españoles no se aprovecharon de esta situación.

El gobernador Guill y Gonzaga supo en Santiago acerca de los sucesos en el sur, lo cual lo afectó profundamente. Acudió al obispo de Concepción para que tranquilizara a los indígenas, comisión que este prelado aceptó y el 17 de enero se presentó en Nacimiento acompañado de otros eclesiásticos. Empezó por alejar de aquella plaza al maestre de campo Cabrito y a otros jefes militares que estaban deseosos de ejecutar una campaña contra los naturales; en tanto que estos últimos, cuando vieron que se les iba dejando tranquilos en sus tierras, se fueron aquietando. El obispo regresó a Concepción en febrero del mismo año. Esta situación en la frontera no dejó contentos a numerosos militares y algunos eclesiásticos, los cuales deseaban llevar adelante el proceso de reducción de los indígenas en pueblos. Esto se tradujo en fuertes murmuraciones y en circulación de pasquines, en los que ambas partes se acusaban recíprocamente. El gobernador restableció en Concepción la antigua junta de guerra, en la cual los más altos jefes militares, los oficiales reales y el obispo de Concepción acordaron medidas encaminadas a tranquilizar la frontera, y a terminar la guerra que los indígenas se hacían entre sí. 1

Por
Eduardo Arriagada Aljaro.
Historiador PUC
Academia de Historia Militar

Notas al Pie:

1. Diego Barros Arana, Historia General de Chile. Tomo VI. Santiago, Editorial Nascimento, Segunda edición, 1932, páginas 254 – 258.

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